Fue entonces, cuando nació un niño en una de las familias nómadas, con un escudo de oro dibujado en su cabeza. Extrañados ante algo tan insólito, se reunieron todos y comenzó una gran fiesta para celebrar el nacimiento del pequeño batyr.
El niño creció a pasos agigantados y después de algún tiempo, se convirtió en un valiente y fuerte batyr kazajo.
Su familia, para no atraer la mala suerte sobre él, decidió no llamarlo por su nombre real e inventaron para él un nuevo nombre, Tolagay.
En un año especialmente difícil, las estepas no recogieron ninguna lluvia, el suelo estaba seco y el calor se hizo insoportable. Los nómadas se reunieron para pensar en cómo librarse de este desastre y un sabio anciano dijo dirigiéndose a Tolagay:
-Querido Tolagay, vivimos en una zona abierta, no hay montañas a nuestro alrededor donde puedan formarse nubes, y por tanto, nunca tendremos la lluvia que tanto necesitamos.
En ese momento, Tolagay respondió al anciano:
- Si me es permitido, yo traeré a mi vuelta una colina para nuestro pueblo.
Entonces el anciano dijo:
-¿ Puedes hacerlo? Eres la luz de nuestros ojos, Tolagay, piensas en tu tierra natal, tu pueblo y te preocupas por nosotros. No es nada fácil traer hasta nuestro pueblo una montaña.
Tolagay respondió:
- En el sur hay grandes montañas, pido permiso a nuestros mayores para irme y ayudar a nuestro pueblo.
El anciano le bendijo y le deseó un feliz viaje.
Tolagay se dirigió a las grandes montañas de Alitau y éstas le dieron la bienvenida. Contó a las montañas su deseo y estas le complacieron, colocando sobre sus hombros una montaña joven, casi una montaña niño.
Así se fue Tolagay, llevando la colina sobre sus hombros, caminando al principio sin grandes dificultades.
Pero a medida que caminaba, la montaña se hacía más pesada y Tolagay se sentía cada vez más débil. Tomó mucho tiempo al guerrero caminar lentamente hasta su casa, llevando con cuidado la joven montaña sobre sus fuertes hombros de batyr.
Tolagay, muy cansado y débil y nada más llegar al borde de su tierra natal, se quedó dormido, y la montaña que llevaba sobre sus hombros lo aplastó, quedando enterrado bajo ella para siempre.
Desde entonces, cuenta la leyenda que Tolagay, el valiente batyr, duerme bajo la gran montaña que ahora lleva su nombre.
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